miércoles, 1 de agosto de 2018

NI UN MINUTO PARA AYUDAR

NO SOY SOCIÓLOGA PERO ME GUSTARÍA SERLO

para entender ciertos comportamientos que veo cada día. Desde la observación de una simple ciudadana más, advierto conductas que todavía me sorprenden y me fijo tanto en la gente que necesito analizarlos, interpretarlos e intentar digerirlos.
El saber el POR QUÉ de ciertas situaciones quizás me aliviaría un poco el alma, que se me parte cada vez más y más.

Una señora sudamericana pedía ayuda desde la puerta de una lavandería, de ésas que se han puesto de moda en todos los barrios, selfservice o sírvase usted mismo, y si no sabe pregunte.
Bajaba por la acera y la vi, -no, lo siento, le contestaba uno que pasaba, y el siguiente transeúnte se apartó un poco diciendo que "no" con la cabeza.
Me toca. Cuando llego a su altura me salen estas palabras de la boca: -es que tengo prisa. Y sigo andando.

De pronto me paro y recapacito, estos son los pensamientos que me molestan, pero que tengo, no era un mendigo pidiendo limosna, ni nadie raro sospechoso de nada malo. Doy media vuelta y entro en la lavandería, hay dos señoras intentando poner en marcha una lavadora. El caso es que habían puesto en la máquina los 8 euros y no empezaba el lavado.
En dos minutos les di una clase magistral sobre instrucciones de funcionamiento. Las mujeres agradecidas y yo satisfecha con la buena obra.

Lo que sería normal nos parece algo asombroso, fantástico y desconfiar, pasar de largo, nos parece lo normal.
Por una parte me siento bien por haberme dado cuenta de todo esto, de mi reflexión, pero por otra me da pena haber tenido que hacerla.
Y si un día soy yo la que necesita ayuda...




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