jueves, 27 de julio de 2017

LA CONFESIÓN y las camisetas

Va a sonar deprimente pero es lo que hay, llevo meses cambiando de sitio las labores, del escaparate al perchero,  camisetas, zapatillas, fundas...y "cero patatero". No me como un rosco.
Son muy "cuquis", si las regalas son hasta "monísimas", pero comprarlas "na de ná", no hay quien se gaste un euro.

No me siento traicionada, porque ya me avisaron que con esto una no se gana la vida, ni siquiera se recupera la inversión en preciosas telas de algodón, gastas más que ganas.

Tampoco debería sentirme decepcionada, porque me tiré a una piscina sabiendo que estaba casi vacía.
Me queda el consuelo de tener una alumna, ¿una?, pues sí, una. Pero al principio llegué a tener tres.
He dicho que me iba a rendir pero no lo hago, resurjo de nuevo.

Tengo la sensación de que mezclar el agua con el aceite, por muchas ganas y empeño, es imposible. Se me ocurre buscar algo más parecido, realizar un batido.

¿Qué tal zumo con leche? antigüedades de menos de 100 años para llevar puestas, el friky que colecciona cromos puede ponerse unos pantalones de pata ancha estilo "angeles de charlie".
Enlazando una cosa con otra al final decidí meter ropa vintage y... al menos voy vendiendo, a las mujeres nos gustan los vestidos, a casi todas.

Por este camino voy mejor, lo presiento.
Soy tozuda como una mula, me gusta coser y por un segundo pensé que existían los milagros, que podría vivir haciendo lo que me hace sentir bien. Si sólo fuera "trabajar", eso es lo de menos, pero hay que ganar dinero.

Confieso que estoy cansada de intentar que funcione y de que no funcione.
Después de esta reflexión gratuita que me he hecho a mí misma ¿sucederá algo gratificante?

nota: son aplicaciones hechas "a mano"


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